Friday, October 20, 2006

El año que vivimos peligrosamente (Peter Weir, 1982)


Yo no era Mel Gibson y él, obviamente, no era Sigourney Weaver. Tampoco fue un año el periodo de tiempo en que vivimos peligrosamente. Fueron apenas veinte minutos pero colmaron mis límites. Acabábamos de llegar del aeropuerto. Cansados por horas de vuelo y ojos abiertos. Y no había agua. Ni botellas, ni jarras. La casa era un desierto. Los grifos perfectos pero nosotros obsesionados con el agua embotellada. De esta manera decidimos salir en pos de una fuente (bar donde vendan botellas). Eran las 10 de la noche, oscuro como alma de pecador y una tierra destrozada en la contienda. Todo parece amenazador, hiriente cuando te guía el desconocimiento. Se acerca gente para mirarnos. Unos hablan pero no sé si a nosotros. Se acercan hombres sin una pierna y con muletas que eran ramas. El sudor brota de cada poro.
Pero allí está él. Horacio Almeida, nombre que él pronuncia dándole énfasis a cada "a". En sus ojos la malaria, en su aliento algo de alcohol y en la cabeza una misión. Llevarnos hasta un bar. Te sientes seguro por alguna razón. Horacio no es un pobre más que pida, es "nuestro pobre". Nosotros somos "sus ricos". Los aparta a manotazos en el aire y con un No No No que es diferente a nuestro No No No, y mucho más eficaz. Llegamos a un local y las camareras nos sonrién (una muy guapa por cierto). Mientras pedimos 15 botellas pequeñas, el dueño del bar intenta echar al señor Almeida. Me llega el turno se salvarle a él. Le digo que viene con nosotros, que es nuestro amigo. Sí, repite con orgullo, Eu vou com eles. Volvemos todos contentos a casa. Hemos vivido peligrosamente 17 minutos. Dejamos a Horacio en el portal con una cerveza que compramos para agradecerle su ayuda. Somos amigos para siempre. Nos damos apretones de manos. A la mañana siguiente nos lo encontramos de nuevo. Ya está borracho. No nos reconoce.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home