La gata caliente sobre el tejado de zinc

¿Quién puede negar el aire místico que poseen los gatos? Desde la antiguedad se le atribuyeron poderes, la capacidad de ver el otro mundo, de ser un nexo, un puente, entre el más allá y el mundo de los vivos. Cuando los egipcios los veían perfilados contra la luna sobre los techos de sus casas de adobe creían contemplar a Bastet simplemente porque eran unos ignorantes.

Mi ignorancia no es falta de conocimiento sino falta de comprensión. Hay gente a la que conozco pero no comprendo, por tanto soy un ignorante respecto a ella. Y posiblemente no sea más ignorante con nadie más de lo que lo soy con cierta amiga de ojos bowieanos (de dos colores diferentes). No es falta de disciplina o atención lo que me impide aprender, sino que el simple y arrítmico movimiento de sus actos y palabras me confunde. ¿Cuántas personas pueden existir dentro de uno mismo? (No me digais que hasta 5 en el caso de una embarazada de quintillizos)

A la famosa y repetida frase de ese río en el que nunca te bañas dos veces, creo que se podría añadir que con algunas personas nunca hablas dos veces, ries dos veces, sueñas dos veces. No es que ese movimiento interior que confunde a los del exterior sea voluntario, forzado. Tampoco los hace mejores ni peores.

Al igual que los egipcios atribuían esos poderes a los gatos al no ser capaces de descifrar a qué realidad pertenecían, yo no puedo dejar de maravillarme con este tipo de personas necesariamente diferentes.